Con algo de atraso en las lecturas, dejo mi aporte para esta convocatoria y reitero la invitación para sumarse con su foto a la tarjeta navideña que estoy confeccionando. Están tod@s invitad@s. No se demoren.
RECUERDO
Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo
ensangrentado del cielo. Te veía desde lejos mientras tu espalda dibujaba
un interrogante en mi futuro. Me dejabas ahí, plantado en mi destierro luego de
haberte sacudido todo lo que mi egoísmo y tu resentimiento fueron sembrando
entre nosotros. Verdades a medias, secretos borrosos, excusas inventadas
después de rasgar nuestros egos malheridos.
-En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las
explicaciones- me disparó tu orgullo implacable dejándome sin más palabras
que las que se había acabado de llevar el viento.
Me sentí tan miserable como
bien me describiste, mirándome con sorna desde tu silencio. Aterido por el frio
que dejó tu portazo recordé de pronto, nuestro primer beso. No brotó entre
campanas ni hizo temblar la tierra, menos proscribió soledades que se taparon sin
arrepentimientos. Cada uno tenía su
pasado encerrado dentro de sí mismo y así quisimos dejarlos, macerando en
ese olvido forzado en que se fragua el hastío. Fue en ese momento cuando comenzó
a desvirtuarse todo, como un disfraz de apariencias con el ruedo mal cosido.
Las hilachas nunca se cortaron aunque jugamos a no querer verlas en el espejo,
quizás para no asustarnos de nuestro propio reflejo. Fue un juego de imbéciles
porque en el fondo sabíamos que nada bueno nace si no se limpia el terreno en
donde se plantan las semillas.
-Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su
propio ritual- te animaste a pregonar – y el nuestro aquí ha acabado- sentenciaste
sin dudar.
–¿Alguna vez fue amor?- te pregunté. No supiste qué
contestar. Aunque siempre aseguraste que la
verdad es raramente pura y nunca simple, deberías haber podido responder con
certeza. Al menos para mitigar la amargura con la que me ibas dejando envuelto.
Mientras tu silueta se
empequeñecía más y más hundiéndose en el horizonte, te sentí extrañamente cerca.
Me pareció absurdo, contradictorio.
Hoy, ahogado en el vacío de la
que fue nuestra casa, por primera vez pronuncié tu nombre en pretérito. Me
estremecí por dentro como nunca antes. Fiel a tu recuerdo puedo asegurar que sólo aquello que se ha ido es lo que nos
pertenece, y aún mía te recuerdo.